Ahora toca existir un día sí, un día no, y así sucesivamente.
martes, 5 de junio de 2012
Tiempo.
Sería genial vivir mil años y poder darle una oportunidad a todo el mundo.
Tomarte un café con esa prepotente de barbilla alta y descubrir que, oh SI, había una persona debajo.
Tiempo, tiempo, tiempo.
Tiempo.
Para quemar tu memoria, tus turbios recuerdos y tus putos prejuicios. Para beberte un vodka con naranja y seguir soñando que ella no regresará a por tí. Tiempo para todo aquello que se hace sin pedir permiso, pero que es lo mejor.
Tiempo, tiempo, tiempo...
Tiempo para olvidarte de tí mismo.
Para olvidar tus creencias y tus etiquetas. Esas con las que te levantas y te acuestas.
Tiempo para desaprender lo aprendido y volver a mirar. Nos enseñan a creer, y luego a razonar sobre lo que nos han enseñado a creer.
Tiempo, tiempo, tiempo...
Tiempo.
Para no volver a pelearme por una estupidez con alguien que realmente me importa. Para ir en dirección contraria al sentido de la vida. Tiempo para seguir siendo un crio. Un día cualquiera, te haces mayor y...... y ¡a la mierda la mágia!
Pero no lo tenemos.
Así que no merece la pena perderlo.
La prepotente se quedará sin café y tú cargarás con tus prejuicios hasta que acabe la partida.
Al fin y al cabo, supongo que es mejor juzgar a alguien por lo que lee que por la marca de la ropa que viste o por el partido al que vota.
Necesitamos filtros.
Nuestra vida es un continuo examen a la gente que nos rodea.
Supongo que, en el fondo, sólo tratamos de encontrar a alquien con quien hablar antes de que acabe la hora del recreo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario