¿Porque estás leyendo este artículo? Podrías estar mirando otra web de internet o leyendo un libro. También podrías estar escuchando música, pero no, has decidido leer este artículo, por lo tanto has tomado una decisión.
En todo momento, tomamos decisiones, decisiones que algunas ni las pensamos, como lavarte los dientes, poner el despertador o ver un programa de tv. Pero hay decisiones que pueden cambiar nuestra vida o son más transcendentes. Si no tengo trabajo aquí me voy a otro país. ¿Alemania o Francia?. Tengo unos ahorros, ¿los invierto con el riesgo que conlleva o no.?
Las decisiones están orientadas a cumplir objetivos. En función de la información que tengamos para cumplir ese objetivo esa decisión será la correcta o no. Por ejemplo: Quiero llegar a una ciudad en coche en menos tiempo del que en condiciones normales debería. Se que mi coche no es el más rápido. Se que la carretera es de muchas curvas y que suele estar mojada. A pesar de toda esta información, yo quiero demostrar que puedo llegar antes de lo que supuestamente debería. Con estas condiciones lo más problable es que no consiga mi objetivo. El coche, la carretera, tengo toda esa información pero aun así no hago caso y tengo un accidente. EL objetivo era uno y tomé una decisión pero no hice caso a la información de la que disponía. Por lo tanto, diría que la información de la que disponemos para conseguir los objetivos marcan mucho todo lo que iremos decidiendo.
En la vida nos preguntamos a menudo qué camino tomar, que rumbo darle a nuestra vida y la respuesta sería, todo depende a donde quieras ir. Si no sabemos a donde queremos ir, entonces no importa que caminos cojamos porque nunca vamos a llegar. Al tomar una decisión, lo más importante es saber que queremos conseguir con ello y en función de nuestro objetivo, tomar las decisiones correctas. Pero claro, decidir cuesta. Decidir es elegir pero a la vez también es renunciar. Decidir implica que te puedas equivocar, pero tenemos que convivir con ello, con la posibilidad de equivocarte, con la posibilidad del error. Pero por otro lado, si no decides renuncias a la posibilidad de tener éxito, porque quien no decide, no acaba consiguiendo cosas. Por lo tanto, si queremos conseguir cosas, tendremos que decidir y si tomamos decisiones, tengamos por seguro que nos equivocaremos.
Así pues queda claro que equivocarte te vas a equivocar toda la vida, de lo que se trata es que en las cosas que acertemos sean más importantes que en las que nos equivocamos. Alguien dijo (no recuerdo donde lo leí) que el triunfo es solo fruto del fracaso repetido más el aprendizaje.
Pues bien, en función de toda esta verborrea que a continuación he expuesto, pienso que se me ha ido la "olla" y que lo más correcto sería borrar este artículo. Aun sabiendo que si no lo borro posiblemente lo leerá mucha gente que opinará que efectivamente es una gran ida de "olla", aun así como mi objetivo era hablar de las decisiones, lo publico y con ello estoy tomando una decisión más en mi vida cumpliendo el que era mi objetivo.
Saludosa todos, y esto no es una decisión, es un deseo.
Yo, sin embargo, pienso que las decisiones se han de tomar más con el corazón que con la cabeza, que, en definitiva, habría que dar más valor a ese sexto sentido que todos tenemos que a tanto cúmulo informativo.
ResponderEliminarY me parece perfecto. Hola Anónimo, muy buena reflexión la tuya.
ResponderEliminarSi tu crees que en el momento de tomar una decisión te dejas llevar por los sentimientos, como en tu caso es el corazón me parece correcto,y seguramente acertarás. Pero fíjate en una cosa, una vez más has tomado una decisión, la que sean los sentimientos los que decidan en lugar de la razón. Cómo digo en mi artículo, equivocarnos nos vamos a equivocar siempre, se trata que las veces que no lo hagamos superen a las que si.
Gracias por tu comentario.